viernes, 6 de abril de 2012

Castore (4228 m, Monte Rosa - Alpes) - Joana García Romero


AGOSTO - 2010

Sin duda este será un viaje que dejará una profunda huella en mi corazón. Es la una de la madrugada cuando llegamos a Italia, hemos cruzado unos cuantos túneles y nos adentramos en el Valle de Aosta. No encontramos el acceso a Valsavarenche, estamos demasiado cansados como para pensar con claridad. El planing es hacer primero el Gran Paradiso, después, si la méteo lo permite el Castor y alguna cosa más que se deje.



Recuerdo en 2005, cuando vi el glaciar de Monte Perdido la primera vez y la emoción que me produjo.  Nunca había hecho nada en la montaña, salvo pasar el fin de semana bañándome en el río con mi familia cuando era una cría. Recuerdo todos aquellos documentales de "Al filo de lo imposible" que veía por la tele, ojiplática y con la boca abierta de la impresión. Nunca imaginé que algún día podría hacer algo parecido, parecido me refiero a subir alguna montaña. En el Salvaguardia me estrené, fue mi primera ascensión importante, todavía me acuerdo de la sensación de pasear por encima de algunas nubes, la de cruzar por algún paso aéreo, la de llegar a la cima y ver ese hito cimero que te confirma que ya llegaste. Las vistas al glaciar de la Maladeta me dejaron sin aliento, la sensación de frío intenso que hacía en la cima (era Noviembre y el viento azotaba con fuerza). Para mí fue algo increíble. Ahora no puedo dejar de sonreir al rememorar esa experiencia, han pasado unos cuantos años y he ido evolucionando, he ido subiendo a montañas cada vez más difíciles, cada vez más altas. 

Mi vida desde entonces ha dado un giro increíble, he conocido lugares extraordinarios, personas maravillosas. Puedo decir, con mucha emoción, que la montaña ha sido el camino que me ha permitido experimentar lo que es la felicidad y todo lo que ello significa.  Mi vida desde luego que ya no es la misma, ni lo será. Hoy puedo observar con otros ojos, completamente distintos, la grandeza de todo lo que me rodea y aunque a veces se me olvide, ahí están mis montañas para recordármelo.


Despues de llegar a Gressoney la Trinité, nos acercamos a Stafal para informarnos de los horarios del teleférico que sube al collado de Bettaforca (2672 m), desde donde partiremos al refugio Quintino Sella a 3585 m. Aprovecharemos las instalaciones, ya que están ahí, para ahorrarnos unos cuantos metros de desnivel. El sendero al refugio está muy bien señalizado con marcas de pintura. No tiene dificultad más que la altitud que se va notando cada vez más. El tramo más complicado es una arista un tanto aérea, equipada con una maroma para cuando el terreno esté helado, pero que con buen tiempo no ofrece problema alguno. De vez en cuando se abren las nubes y el panorama me hace exhalar un profundo suspiro de inquietud y emoción.



No he hecho ningún curso de nada, pero he tenido grandes amigos que me han ayudado a aprender todo lo que se ahora, también eché mano de algún libro de consulta y pasar horas enredando con las cuerdas y el resto de material para consolidar esos conocimientos que luego he llevado a la práctica. Aún así, es imposible obviar esa sensación en las tripas cada vez que se acerca "el momento".

Hemos llegado al refugio, el ambiente es.......... muy alpino, no puede ser de otra manera. Los nervios se apoderan de mí. Me cuesta cenar, no puedo cenar,  y paso una noche pésima. A la mañana siguiente mi alegría es mayúscula cuando veo por la ventana que es imposible hacer la ruta. Soy una persona impresionable y aquello me había impresionado mucho. Pasar un día entero en un refugio a esa altitud, con la que estaba cayendo, es toda una experiencia. Te da muchas horas para pensar, para observar, para mirar al resto de camaradas a los ojos y sonreirles, para tomar mucho te. Aunque estoy asustada, tengo ganas de ponerme en marcha, no sabría explicarlo, es una mezcla de emociones muy dispar.

Nos encordamos a las puertas del refugio y emprendemos la marcha. El día amanece radiante, con el cielo de un azul bellísimo, no recuerdo algo parecido. Nada más empezar a andar, el corazón se me sale por la boca. Voy a tener que concentrarme si quiero ir a algún lado. Las grietas son las más grandes que he visto en mi vida, y eso que son pequeñas!!! 


Seguimos por la huella claramente marcada, sin intenciones de salirnos de ella. Poco a poco vamos avanzando, todavía no soy consciente de donde estoy. Subimos lentamente mientras echamos la vista atrás para contemplar como todo va quedando abajo. Aunque el desnivel a la cima desde el refugio es poco, no llega a 650 m, no puedo ir deprisa, pero es muy temprano y tenemos unas cuantas horas por delante para ello, sin tener que preocuparnos por nada más que disfrutar de la actividad.



Empezamos a dejar las nubes a nuestros pies, el espectáculo está siendo algo grandioso.  Antes de hacer cima pasaremos por otras 3 cimas secundarias: Felikjoch (4093 m); Felikhorn (4174 m) y Castor antecima sureste (4194 m). Paramos innumerables veces, lo que estoy viendo me supera, mis sentimientos están alborotados. Me siento pequeña, me siento grande. El Cervino ya hace acto de presencia. El mar de nubes lo adorna todo y hace que el cuadro sea más grandioso, si cabe.



Los Lyskamm nos observan.....me llenan los ojos,  me he enamorado de ellos!!!

De pronto despierto de mi sueño. Miro todo lo que me rodea, lo que siento en ese momento no puedo describirlo con palabras. Respiro y parece que cada una de mis células sabe lo que está sucediendo y me lo gritan todas a una. Me doy la vuelta y veo a mi compañero esperando que reanude mi marcha.  No puedo detener mis lágrimas, que corren veloces por mis mejillas. Me río a carcajadas, lloro, no puedo hablar. Me abrazo a él y le digo si se da cuenta de donde está, si lo está viendo todo como lo estoy viendo yo!!!!!   Realmente no puedo creer que esté allí, en medio de esa arista tan condenadamente hermosa, no puedo creer que sean mis ojos los que estén viendo todo ese paisaje. Por un momento soy consciente del tiempo que ha pasado desde aquella aventurilla al Salvaguardia, desde aquella visita al Balcón de Pineta, cuando también me emocioné al ver el Perdido. Estoy ahí... de pie.... llorando como una niña con una inmensa alegría dentro de mi corazón a pocos metros de llegar a la cumbre de tan bonita montaña.



Un sueño que parecía inalcanzable años atrás...... cumplido. Desde aquí vuelvo a revivir esos momentos tan intensos, contengo la emoción y sonrío al volver a sentir la impresión de sentirme tan viva.

Y ya nada volvió a ser igual después de aquel viaje.




11 comentarios:

Mendikolore dijo...

Ze polita deskripzioa!!

Joana dijo...

Mila esker!!!
Me alegra que te haya gustado.

Kasi dijo...

Fantástico Joana!!, tinta salida directamente del corazón. Me encantó.

Joana García dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Joana dijo...

Aquella ascensión me llegó directamente al alma y desde allí quise expresarla. Me alegra que también te haya gustado.

Miren dijo...

Hola Joana, no te conozco pero sigo tu blog, me gusta mucho como cuentas las cosas. Este articulo precioso...

txauen dijo...

Moltes felicitats Joana, por ir haciendo realidad tus sueños y dejarnos un articulo esplendido, un abrazo.

JOANA GARCÍA dijo...

Me alegra mucho que te haya gustado tanto. A veces tengo mis dudas sobre si gustará alguna reseña o no pues no las escribo como tales.
Un abrazo.

JOANA GARCÍA dijo...

Eskerrik asko. Nos vemos por las montañas.

Anónimo dijo...

Pues sois socias del mismo club ...

(Andoni)

JOANA GARCÍA dijo...

Sí, somos socias del mismo club. Ya me gustaría conocer a más socios, a ver si en septiembre nos podemos apuntar a alguna salida del club.